martes, 29 de diciembre de 2020

Catorcenal 171: Ponencia Pandémica

 

De cómo deconstruir las masculinidades ayuda a prevenir ITS primero y al acercamiento a los “chicos trans” después… [1]

Por Guillermo Rivera Escamilla[2]

 

Para Susana  Becerra Giovannini,

Fátima Fernández Christlieb

y Juan Guillermo Figueroa:

Por darme perspectiva para recorrer el camino…

 

UNO


La presente ponencia intenta ser un “grito de reconciliación”. Una especie de “integración de lo aprendido” que explique cómo es que un “tlatoani de barrio” (como suelo autodenominarme) terminó investigando sobre masculinidades, estudios de género de los hombres y “masculinidad aprendida” (según lo que concluí en la tesis de maestría, después publicada como libro por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos durante 2018). También de lo que investigué sobre la sexualidad masculina (arriesgada y riesgosa) con relación al Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y, últimamente, al menos de tres años para acá... sobre los “chicos trans”, sobre la masculinidad que estos hombres recrean y representan o mejor dicho, sobre cómo el cine representa estas masculinidades, las de los hombres trans. 

Tenía 10 años menos de edad cuando ingresé a la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lo hice, según yo, “porque la licenciatura no sería mi último grado de estudios”, porque la formación que recibí durante los nueve semestres de Ciencias de la Comunicación con especialidad en Comunicación Política y después con un Diplomado en Divulgación (DGDC/UNAM/2009) no me satisfacía, y no me satisface al día de hoy. Yo,  al igual que la inigualable Sor Juana: No estudio para saber más, sino para ignorar menos.

Lo anterior, va aunado a una cierta renuencia para que las Ciencias Sociales abarquen objetos de estudio como los que en esta mesa se presentan, y esto lo digo como estudiante, pero también como profesor e investigador y profesionalmente como divulgador:  Ya que uno de los objetivos de este Congreso es fomentar la divulgación del conocimiento científico, no basta con enseñar Ciencia Social. Es necesario ponerla en práctica, imprimirle dinamismo, hacerla vivir y al hacerla vivir, hacerla convivir; devolverle su condición humana. Yo no sé todavía qué piensen ustedes, pero percibo un anquilosamiento entre todo eso que se nos enseña en las facultades y las escuelas de ciencias sociales y la manera como la sociedad opera en realidad.

No me refiero únicamente a una cuestión neoliberal o de “capitalismo gore” (como diría Sayak Valencia), me refiero al por qué y para qué hacemos ciencia social o simulamos hacerlo…  en fin.

 

DOS

 

Para hablar de la base teórica, metodológica y empírica en el trabajo que he venido desarrollando tengo que hablar de mi paso por el Congreso de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres en Ciudad Juárez Chihuahua (2012).  Cuando apenas esbozaba los factores que después denominaría “intrincados” con respecto a un ejercicio de la sexualidad masculina caracterizada por el riesgo y el poco o nulo autocuidado.

Hablar de mi visita al puerto de Acapulco Guerrero en el 2013 para participar del III Encuentro lnternacional de Estudios de Género en el Siglo 21: Experiencias de transversalidad. Hasta ahí llegué para compartir los primeros hallazgos de mi investigación, después difundidos en una publicación de la Universidad de Guadalajara titulada “Complejidad y desafíos de la transformación social: de la ciencia a la agencia”, que recogía las Actas Científicas resultado del VII Encuentro Nacional y IV Internacional sobre Estudios Sociales y Región (ENESOR) ocurrido en Ocotlán Jalisco durante septiembre de 2014. En dicha publicación ya apelaba a “deconstruir la masculinidad para prevenir el VIH en jóvenes de la Ciudad de México”. Ya sé, a veces nos gana el centralismo o la densidad de población, o los matices y las aparentes contradicciones que existen entre “la ciudad capital” y “el interior del país”, más o menos rural, más o menos urbano…  finalmente México.

Tengo que hablar entonces del premio de primer lugar obtenido con el trabajo “De machos, muxes y mayates: Un acercamiento al fenómeno del VIH desde los hombres de México. Reflexiones a propósito de la diversidad social y no sólo sexual”; obtenido en el XII Simposio de Masculinidad y VIH de Santiago de Cuba en 2015.

Hablar también de otro congreso de la AMEGH, esta vez el de 2017 en la Universidad Autónoma de Querétaro, cuyo objetivo era volcarnos en la discusión de cómo articular una cultura de paz. En mi caso, el trabajo “Afectos, autocuidado y autoengaño… ¿Por qué los hombres nos negamos a querer-nos?” significó un puente entre los objetos de estudio que he venido investigando y cuyo planteamiento sustancial recuperó Radio Educación para su serie “Entre hombres México”, que se puede encontrar en internet con ese nombre. Particularmente, en lo relativo al concepto de “homosocialización violenta”, que no es otra cosa que la manera como los hombres nos relacionamos (enseñando o replicando cómo ser hombres) al estar en mayoría…  con violencia, más o menos sutil (física, simbólica, psicológica)…  violencia al fin y al cabo.

Habría que hablar aquí de cómo fue que una tesis de maestría como la mía se convirtió en un libro publicado por la CNDH de 2018, con todo y la interpelación que implicó dicha publicación para las “categorías” que la Comisión maneja. En especial para esa tan trillada “Hombres que tienen Sexo con Hombres” (HSH), que he venido cuestionando desde la cronología que detallé y que ya casi concluyo. El libro, que lleva por título “Un acercamiento a la masculinidad aprendida en México: de machos, muxes y mayates”, cuenta con un prólogo de Juan Guillermo Figueroa, pionero y especialista en estudios de género de los hombres. Además de que el libro en archivo PDF se puede descargar en la página de la CNDH de forma gratuita, tuve oportunidad de presentarlo en diferentes estados como Oaxaca, Chihuahua, Jalisco, Hidalgo, la Ciudad de México y en Costa Rica.

Esto último, en el marco del VII Congreso Internacional de Estudios sobre Hombres y Masculinidades, durante el verano de 2019. Valga entonces todo este “recorrido cronológico” para puntualizar lo siguiente:

Primero, que palabras más, palabras menos; el argumento central en todo este proceso de investigación ha sido siempre el mismo: Es preciso que la sociedad en su conjunto, pero sobre todo los hombres, renunciemos a nuestro machismo y que en este “renunciar” vayamos deconstruyendo (todo el tiempo, de una vez y para siempre) la manera como aprendimos a ser hombres. En este orden de ideas, resulta apremiante y urgente que revisemos y trastoquemos la manera como estamos enseñando a “otros hombres” a “ser hombres”.

Aquí siempre insisto en el carácter relacional de la perspectiva de género entendida como una herramienta que permita la revisión/reflexión-modificación y el cuestionamiento de las categorías unitarias y homogéneas alrededor de los distintos géneros, que da lugar a la construcción de identidades (ahí sí) diversas, complejas, temporales y situadas.

A reserva de que lo desarrolle más adelante, tengo que decir que es esta manera de entender a la “perspectiva de género” como una herramienta relacional (mujeres y hombres simultáneamente) lo que de alguna manera me condujo al tema de “las masculinidades y los chicos trans “.

Volviendo al tema de cómo es que el deconstuir las masculinidades puede coadyuvar en la prevención de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), particularmente el VIH, tengo que insistir en que independientemente de la identidad de género y/o la orientación sexual que asumamos:  somos hombres, y en ese sentido, ninguno está exento de replicar un modelo de socialización masculina caracterizado por una sexualidad arriesgada, altamente genitalizada, que sabe poco o nada de prácticas sexuales protegidas, consensuadas y, lo más importante: preventivas.

Pensemos ahora en cómo han sido nuestras relaciones sexuales (si es que las hemos tenido) durante el confinamiento. Pensemos también en cuándo fue la última vez que asistimos a un chequeo médico, y aquí hay que subrayar que buena parte de los diagnósticos que ocurren en materia de “salud masculina”, pero sobretodo tratándose de ITS, suceden cuando dichas infecciones se encuentran muy avanzadas.

A propósito de este punto, siempre me gusta llamar la atención sobre la insistencia de cierto sector masculino que ve en la revisión prostática una posibilidad de que su hombría se “fracture” o su masculinidad se “atrofie”… o de plano lo ve como un asunto de anécdotas y bromas, acompañadas de risas nerviosas, que lo único que denotan (además de la poca disposición de los hombres para hablar de nuestra propia salud) es la ignorancia y el desconocimiento que persiste respecto a otros métodos, como el antígeno prostático, y lo fatal que resulta replicar y asumir que los hombres (independientemente de nuestra orientación sexual) no nos quejamos, no nos doblamos y por lo tanto…  no nos atendemos. Parafraseando a Michael Kaufmann, otro pionero de los estudios de género de los hombres, los hombres como víctimas y victimarios de nuestro propio machismo.

 

TRES

 

Ahora, con respecto a la masculinidad de “los chicos trans” tengo que decir que mi actual objeto de estudio surgió de interrogar a mis amigos “no heterosexuales” sobre si ellos eran felices siendo hombres; cuestionamiento debido a una entrevista a Génesis Rafael que leí en 2013 y en la cual este hombre trans afirmaba: “Ahora que soy un hombre como siempre me sentí… soy feliz”.

Esto me llevó a elaborar un protocolo de investigación que pretendía ser la tesis para graduarme de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos, pero por la complejidad y lo poco abordado del tema derivó en un proyecto de tesis doctoral que se vio interrumpido antes de la pandemia pero que retomaré en breve.

Por el momento, vale la pena mencionar este asunto, porque se sigue abordando “lo trans” desde una visión patologizante que conceptualmente está permeada de narrativas y visiones que hablan de “cuerpos equivocados” o “discordancia género – cuerpo”, pero que cuestionan poco nuestras nociones esencialistas y biologicistas respecto a qué es ser hombre.

Así, veo que los hombres trans, los chicos trans, replican y reproducen ideas acerca de la masculinidad que van desde los músculos, el vello corporal, la barba abundante y los tatuajes; hasta las actitudes machistas, abiertamente misóginas y homofóbicas. Aclaro, no todos los “chicos trans” son así, pero sí me parece importante resaltar esta “aparente contradicción”, que percibo aún en aquellos hombres que transicionaron para serlo.

¿Por qué me parece importante hacer una tesis de doctorado con este objeto de estudio? Para demostrar que, con respecto a “lo trans”, aún se tiene que ir más allá de cuestiones y narraciones personales (entiéndase identidades) y abundar (en la medida de nuestras posibilidades) en las representaciones (cinematográficas) apelando una vez más a la “corresponsabilidad social”: Todas y todos participamos de la construcción de “lo trans”. Desde lo que entendemos como “propio” de hombres o mujeres, hasta lo que damos por válido una vez que la persona ya transicionó. No lo digo únicamente por los patrones de belleza, también y sobretodo, lo digo por la necesidad de entender al cuerpo sí como frontera, pero además como territorio en disputa… un asunto de dimensiones políticas y no únicamente performativas o estéticas.

A manera de cierre, que no conclusión, termino diciendo que no somos menos investigadores por no tener una plaza de tiempo completo en una “institución de prestigio” que nos respalde. No somos menos investigadores porque se nos suspendan las becas, se eliminen los apoyos o incluso, se nos deje fuera de los programas de posgrado por no ser “funcionales” a la “maquila intelectual” que representa la “eficiencia terminal”. Investigar, apreciables colegas, es un acto de convicción firme e intacta por cuestionar conceptos y actualizar teorías. Ahí sí coincido con algo que se dijo al inicio de este VII Congreso Nacional y ojalá que las pandemias (esta y las que están por venir) “nos impidan encariñarnos con los caminos seguros”. Es la vertiginosa sensación de la transición lo que nos mantiene aquí hoy y como dijo José Emilio Pacheco: Me callo, pero reitero mi gratitud que nunca alcanzará su término.



[1] Ponencia presentada en línea el 12 de noviembre de 2020 en el marco del VII Congreso Nacional de Ciencias Sociales: Las ciencias sociales en la transición (COMECSO, UANL, México, 2020).

[2] Guillermo Rivera Escamilla: investigador social y reportero cultural radicado en la Ciudad de México. Tiene estudios de licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Estudios Latinoamericanos. Es maestro en Estudios Políticos y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ha colaborado en el Sistema Nacional de Noticiarios del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC de la UNAM) y las revistas Indie Rock’s, Zócalo y Picnic. Actualmente es columnista “De comunicación, género y cultura” para Radio Universidad de Guadalajara (94.3 FM en Ciudad Guzmán Jalisco) y conductor titular de “Mezcal y Charlas”, tertulia radiofónica que se transmite todos los jueves a las 8:00 PM por https://iconicaurbana.wixsite.com/iconica