Por. Mantener vivos los sueños, evitar que se
vuelvan biografía...
“Uno nunca
debe ver una película sólo porque si”. Así comenzaba sus cursos de Sociología
del Cine el recientemente fallecido, Gustavo García. Profesor universitario,
formador de numerosas generaciones, crítico de cine y humanista invaluable.
Casi tenemos la certeza de que todos nuestros recuerdos con respecto a él,
tienen que ver con el Cine. Ese arte total que conjuga a todas las demás y que
Gustavo García se permitía diseccionar en numerosos espacios mediáticos: Canal
11, Canal 22, Radio Educación, Radio Red, entre otros; de eso conminaba a
participar, de ahí nuestros primeros ejercicios de reseña “crítica” sobre los
estrenos cinematográficos que ocurrían en un semestre.
Al final,
las personas se van, pero sus obras quedan. Y aquí es donde aparece “Mi
universo en minúsculas” (México, 2011). Ópera prima de Hatuey Viveros,
egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), película que
presenta la historia de Aina, joven catalana que viene a buscar a su padre en
la Ciudad de México; sólo que la única referencia con la que cuenta es una
fotografía de hace 25 años que en la parte de atrás tiene escrita la frase
“nuestra casa en el número 37 de la calle Juárez”.
En su
búsqueda, la protagonista conduce a un viaje introspectivo para explorar
nuestra relación con esta Ciudad desde algunos de sus lugares más complejos, el
paradero del metro Pantitlán –por decir lo menos-, también nos lleva a “las ciudades
dormitorio” en la periferia del Valle de México, varios y muy diferentes
números 37 en las distintas y cuantiosas calles “Juárez”.
“Si a usted
le interesa tanto el Cine, acuda a festivales, ahí circula mucho material
valioso que no se vuelve a exhibir en ninguna otra parte”, una recomendación
que en alguna ocasión nos hizo el profesor García, impulsados por ella, pero
también por la vida, acudimos al Festival Internacional de Cine de Guadalajara,
luego al de Morelia, más tarde al de Oaxaca, y así, hasta llegar al Riviera
Maya Film Fest. Sólo para comprobar que lo que decía el profesor era cierto,
pero no bastó con eso, hubo necesidad de involucrarnos en LOS PROCESOS CREATIVOS, “hacer migas” con directores, actrices,
productoras, músicos, y en lo que corresponde a este espacio de reflexión casi
quincenal, la organización de cine-debates, movidos por las enseñanzas de quien
falleciera el pasado siete de noviembre.
A profesores
como Gustavo García debemos la mirada
inquisitiva, pero también esperanzadora que considera al Cine, particularmente
al producido en México, como su objeto de estudio. “Además de ser un
investigador analítico y profundo conocedor del quehacer cinematográfico, nunca
dejó a un lado la sonrisa ni el humor, también había en él el convencimiento de
que ‘la última gran forma de transgresión es la carcajada’, de ahí su gusto por
la comedia en el cine y la vida cotidiana”, recordó Jorge Sánchez, actual director
del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), al presentar el homenaje que
le rindió el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), el
pasado 25 de noviembre en la Cineteca Nacional.
Convencidos
de este legado es que nos comprometimos a compartir sus enseñanzas con los más
jóvenes. Así lo sostuvimos en el homenaje celebrado un día después en su alma
máter, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en que después
de proyectar “Mi universo en minúsculas”, dimos paso al ejercicio intelectual
mediante la reflexión y discusión sobre los distintos relatos alrededor de la
película, como solía hacer el profesor en clase.
Si
efectivamente, “la vida está hecha de pequeños detalles que dicen mucho”, el
homenaje póstumo permitió visualizar el cúmulo de posibilidades que se abren ahora
que el maestro Gustavo García ya no está físicamente, porque como dice la mejor
de nuestras cumbias: “él no ha muerto y no morirá, sólo la naturaleza
(compañera de la realidad), lo cambia de lugar…”
Templanza
Salir al
mundo real, confrontarse con todo eso que la sociedad considera “importante”.
Atravesar el pantano sin mancharse, salir avante, casi ileso, remontar el
vuelo y contraatacar.
Hacer lo mismo todo el tiempo y cada vez mejor. Ser constantes,
incisivos, perspicaces y polémicos.
Ser…
Porque ese “te amo”, fue un “hasta luego”, no
un “adiós”.
Diciembre en Metepec, Estado de México.
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