De cómo
deconstruir las masculinidades ayuda a prevenir ITS primero y al acercamiento a
los “chicos trans” después… [1]
Por
Guillermo Rivera Escamilla[2]
Para Susana Becerra Giovannini,
Fátima Fernández Christlieb
y Juan Guillermo Figueroa:
Por darme perspectiva para recorrer el
camino…
UNO
La presente ponencia intenta ser un “grito de reconciliación”. Una especie de “integración de lo aprendido” que explique cómo es que un “tlatoani de barrio” (como suelo autodenominarme) terminó investigando sobre masculinidades, estudios de género de los hombres y “masculinidad aprendida” (según lo que concluí en la tesis de maestría, después publicada como libro por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos durante 2018). También de lo que investigué sobre la sexualidad masculina (arriesgada y riesgosa) con relación al Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y, últimamente, al menos de tres años para acá... sobre los “chicos trans”, sobre la masculinidad que estos hombres recrean y representan o mejor dicho, sobre cómo el cine representa estas masculinidades, las de los hombres trans.
Tenía 10 años
menos de edad cuando ingresé a la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lo hice, según yo, “porque
la licenciatura no sería mi último grado de estudios”, porque la formación que
recibí durante los nueve semestres de Ciencias de la Comunicación con
especialidad en Comunicación Política y después con un Diplomado en Divulgación
(DGDC/UNAM/2009) no me satisfacía, y no me satisface al día de hoy. Yo, al igual que la inigualable Sor Juana: No
estudio para saber más, sino para ignorar menos.
Lo anterior, va
aunado a una cierta renuencia para que las Ciencias Sociales abarquen objetos
de estudio como los que en esta mesa se presentan, y esto lo digo como
estudiante, pero también como profesor e investigador y profesionalmente como
divulgador: Ya que uno de los objetivos
de este Congreso es fomentar la divulgación del conocimiento científico, no basta
con enseñar Ciencia Social. Es necesario ponerla en práctica, imprimirle
dinamismo, hacerla vivir y al hacerla vivir, hacerla convivir; devolverle su
condición humana. Yo no sé todavía qué piensen ustedes, pero percibo un anquilosamiento
entre todo eso que se nos enseña en las facultades y las escuelas de ciencias
sociales y la manera como la sociedad opera en realidad.
No me refiero únicamente a una cuestión neoliberal o de “capitalismo
gore” (como diría Sayak Valencia), me refiero al por qué y para qué hacemos
ciencia social o simulamos hacerlo… en
fin.
DOS
Para hablar
de la base teórica, metodológica y empírica en el trabajo que he venido desarrollando tengo
que hablar de mi paso por el Congreso de la Academia Mexicana de Estudios de Género
de los Hombres en Ciudad Juárez Chihuahua (2012). Cuando apenas esbozaba los factores que
después denominaría “intrincados” con respecto a un ejercicio de la sexualidad
masculina caracterizada por el riesgo y el poco o nulo autocuidado.
Hablar de mi
visita al puerto de Acapulco Guerrero en el 2013 para participar del III Encuentro
lnternacional de Estudios de Género en el Siglo 21: Experiencias de transversalidad.
Hasta ahí llegué para compartir los primeros hallazgos de mi investigación, después
difundidos en una publicación de la Universidad de Guadalajara titulada “Complejidad
y desafíos de la transformación social: de la ciencia a la agencia”, que
recogía las Actas Científicas resultado del VII Encuentro Nacional y IV Internacional
sobre Estudios Sociales y Región (ENESOR) ocurrido en Ocotlán Jalisco durante
septiembre de 2014. En dicha publicación ya apelaba a “deconstruir la masculinidad para
prevenir el VIH en jóvenes de la Ciudad de México”. Ya sé, a veces nos gana el
centralismo o la densidad de población, o los matices y las aparentes
contradicciones que existen entre “la ciudad capital” y “el interior del país”,
más o menos rural, más o menos urbano… finalmente
México.
Tengo que hablar entonces del premio de primer lugar obtenido con el trabajo “De
machos, muxes y mayates: Un acercamiento al fenómeno del VIH desde los hombres
de México. Reflexiones a propósito de la diversidad social y no sólo sexual”; obtenido
en el XII Simposio de Masculinidad y VIH de Santiago de Cuba en 2015.
Hablar también de otro congreso de la AMEGH, esta vez el
de 2017 en la Universidad Autónoma de Querétaro, cuyo objetivo era volcarnos en
la discusión de cómo articular una cultura de paz. En mi caso, el trabajo
“Afectos, autocuidado y autoengaño… ¿Por qué los hombres nos negamos a
querer-nos?” significó un puente entre los objetos de estudio que he venido
investigando y cuyo planteamiento sustancial recuperó Radio Educación para su
serie “Entre hombres México”, que se puede encontrar en internet con ese nombre.
Particularmente, en lo relativo al concepto de “homosocialización violenta”,
que no es otra cosa que la manera como los hombres nos relacionamos (enseñando
o replicando cómo ser hombres) al estar en mayoría… con violencia, más o menos sutil (física,
simbólica, psicológica)… violencia al
fin y al cabo.
Habría que hablar aquí de cómo fue que una tesis de
maestría como la mía se convirtió en un libro publicado por la CNDH de 2018,
con todo y la interpelación que implicó dicha publicación para las “categorías”
que la Comisión maneja. En especial para esa tan trillada “Hombres que tienen Sexo
con Hombres” (HSH), que he venido cuestionando desde la cronología que detallé y
que ya casi concluyo. El libro, que lleva por título “Un acercamiento a la
masculinidad aprendida en México: de machos, muxes y mayates”, cuenta con
un prólogo de Juan Guillermo Figueroa, pionero y especialista en estudios de
género de los hombres. Además de que el libro en archivo PDF se puede descargar
en la página de la CNDH de forma gratuita, tuve oportunidad de presentarlo en
diferentes estados como Oaxaca, Chihuahua, Jalisco, Hidalgo, la Ciudad de
México y en Costa Rica.
Esto último, en el marco del VII Congreso Internacional de
Estudios sobre Hombres y Masculinidades, durante el verano de 2019. Valga
entonces todo este “recorrido cronológico” para puntualizar lo siguiente:
Primero, que palabras más, palabras menos; el argumento
central en todo este proceso de investigación ha sido siempre el mismo: Es
preciso que la sociedad en su conjunto, pero sobre todo los hombres,
renunciemos a nuestro machismo y que en este “renunciar” vayamos deconstruyendo
(todo el tiempo, de una vez y para siempre) la manera como aprendimos a ser
hombres. En este orden de ideas, resulta apremiante y urgente que revisemos y
trastoquemos la manera como estamos enseñando a “otros hombres” a “ser
hombres”.
Aquí siempre insisto en el carácter relacional de la
perspectiva de género entendida como una herramienta que permita la revisión/reflexión-modificación
y el cuestionamiento de las categorías unitarias y homogéneas alrededor de los
distintos géneros, que da lugar a la construcción de identidades (ahí sí) diversas,
complejas, temporales y situadas.
A reserva de que lo desarrolle más adelante, tengo que decir
que es esta manera de entender a la “perspectiva de género” como una
herramienta relacional (mujeres y hombres simultáneamente) lo que de alguna
manera me condujo al tema de “las masculinidades y los chicos trans “.
Volviendo al tema de cómo es que el deconstuir las
masculinidades puede coadyuvar en la prevención de Infecciones de Transmisión
Sexual (ITS), particularmente el VIH, tengo que insistir en que
independientemente de la identidad de género y/o la orientación sexual que asumamos: somos hombres, y en ese sentido, ninguno está
exento de replicar un modelo de socialización masculina caracterizado por una
sexualidad arriesgada, altamente genitalizada, que sabe poco o nada de
prácticas sexuales protegidas, consensuadas y, lo más importante: preventivas.
Pensemos ahora en cómo han sido nuestras relaciones sexuales
(si es que las hemos tenido) durante el confinamiento. Pensemos también en cuándo
fue la última vez que asistimos a un chequeo médico, y aquí hay que subrayar
que buena parte de los diagnósticos que ocurren en materia de “salud masculina”,
pero sobretodo tratándose de ITS, suceden cuando dichas infecciones se
encuentran muy avanzadas.
A propósito de este punto, siempre me gusta llamar la
atención sobre la insistencia de cierto sector masculino que ve en la revisión
prostática una posibilidad de que su hombría se “fracture” o su masculinidad se
“atrofie”… o de plano lo ve como un asunto de anécdotas y bromas, acompañadas
de risas nerviosas, que lo único que denotan (además de la poca disposición de
los hombres para hablar de nuestra propia salud) es la ignorancia y el
desconocimiento que persiste respecto a otros métodos, como el antígeno
prostático, y lo fatal que resulta replicar y asumir que los hombres
(independientemente de nuestra orientación sexual) no nos quejamos, no nos
doblamos y por lo tanto… no nos
atendemos. Parafraseando a Michael Kaufmann, otro pionero de los estudios de
género de los hombres, los hombres como víctimas y victimarios de nuestro
propio machismo.
TRES
Ahora, con respecto a la masculinidad de “los chicos
trans” tengo que decir que mi actual objeto de estudio surgió de interrogar a
mis amigos “no heterosexuales” sobre si ellos eran felices siendo hombres;
cuestionamiento debido a una entrevista a Génesis Rafael que leí en 2013 y en
la cual este hombre trans afirmaba: “Ahora que soy un hombre como siempre me
sentí… soy feliz”.
Esto me llevó a elaborar un protocolo de investigación
que pretendía ser la tesis para graduarme de la licenciatura en Estudios
Latinoamericanos, pero por la complejidad y lo poco abordado del tema derivó en
un proyecto de tesis doctoral que se vio interrumpido antes de la pandemia pero
que retomaré en breve.
Por el momento, vale la pena mencionar este asunto,
porque se sigue abordando “lo trans” desde una visión patologizante que
conceptualmente está permeada de narrativas y visiones que hablan de “cuerpos
equivocados” o “discordancia género – cuerpo”, pero que cuestionan poco
nuestras nociones esencialistas y biologicistas respecto a qué es ser hombre.
Así, veo que los hombres trans, los chicos trans, replican
y reproducen ideas acerca de la masculinidad que van desde los músculos, el
vello corporal, la barba abundante y los tatuajes; hasta las actitudes
machistas, abiertamente misóginas y homofóbicas. Aclaro, no todos los “chicos
trans” son así, pero sí me parece importante resaltar esta “aparente
contradicción”, que percibo aún en aquellos hombres que transicionaron para
serlo.
¿Por qué me parece importante hacer una tesis de
doctorado con este objeto de estudio? Para demostrar que, con respecto a “lo
trans”, aún se tiene que ir más allá de cuestiones y narraciones personales (entiéndase
identidades) y abundar (en la medida de nuestras posibilidades) en las
representaciones (cinematográficas) apelando una vez más a la “corresponsabilidad
social”: Todas y todos participamos de la construcción de “lo trans”. Desde lo
que entendemos como “propio” de hombres o mujeres, hasta lo que damos por
válido una vez que la persona ya transicionó. No lo digo únicamente por los
patrones de belleza, también y sobretodo, lo digo por la necesidad de entender
al cuerpo sí como frontera, pero además como territorio en disputa… un asunto
de dimensiones políticas y no únicamente performativas o estéticas.
A manera de cierre, que no conclusión, termino diciendo
que no somos menos investigadores por no tener una plaza de tiempo completo en
una “institución de prestigio” que nos respalde. No somos menos investigadores
porque se nos suspendan las becas, se eliminen los apoyos o incluso, se nos
deje fuera de los programas de posgrado por no ser “funcionales” a la “maquila
intelectual” que representa la “eficiencia terminal”. Investigar, apreciables
colegas, es un acto de convicción firme e intacta por cuestionar conceptos y
actualizar teorías. Ahí sí coincido con algo que se dijo al inicio de este VII
Congreso Nacional y ojalá que las pandemias (esta y las que están por venir) “nos
impidan encariñarnos con los caminos seguros”. Es la vertiginosa sensación de
la transición lo que nos mantiene aquí hoy y como dijo José Emilio Pacheco: Me
callo, pero reitero mi gratitud que nunca alcanzará su término.
[1]
Ponencia presentada en línea el 12
de noviembre de 2020 en el marco del VII Congreso Nacional de Ciencias
Sociales: Las ciencias sociales en la transición (COMECSO, UANL, México, 2020).
[2] Guillermo Rivera Escamilla: investigador social y reportero cultural radicado en la Ciudad de México. Tiene estudios de licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Estudios Latinoamericanos. Es maestro en Estudios Políticos y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ha colaborado en el Sistema Nacional de Noticiarios del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC de la UNAM) y las revistas Indie Rock’s, Zócalo y Picnic. Actualmente es columnista “De comunicación, género y cultura” para Radio Universidad de Guadalajara (94.3 FM en Ciudad Guzmán Jalisco) y conductor titular de “Mezcal y Charlas”, tertulia radiofónica que se transmite todos los jueves a las 8:00 PM por https://iconicaurbana.wixsite.com/iconica